En la búsqueda de tener una conexión real con el público basada en la autenticidad y el reconocimiento de su individualidad nace el interés genuino de parte de las marcas por el «bienestar» de su público en todos los aspectos: emocional y físico. Crece el espíritu de consciencia que lleva a sentir y percibir el cuerpo de otra manera, salir de lo establecido y entender el origen de cada individuo, en consecuencia, elaborar narrativas que incluyen verdades y evidencia, imperfección, inclusión y emociones que transmiten confianza en las audiencias. De gente real para gente real implica la priorización de un mercado emocional, en el que prima la empatía, el amor propio y la autoestima. Hay un reconocimiento de los miedos y necesidades más profundas del otro para darles solución y alivio, porque la preocupación de las marcas es el bien-estar de las personas. En este contexto, hay una revolución de la corporalidad que incluye la imperfección como fórmula de la nueva belleza porque hay agotamiento alrededor de lo irreal e inalcanzable. Surge la resignificación de lo qué es belleza -lo estético se vuelve subjetivo-, lo qué es ser saludable, la salud mental es indivisible de la física, entre otros.