En post pandemia, la ansiedad y la depresión se presentan ya no debido al aislamiento y al encierro, sino al volverse a encontrar socialmente luego de enfrentar situaciones como la pérdida de familiares e incluso del empleo, que ocasionan a la vez altos niveles de estrés debido a la incertidumbre que se produce por lo que viene en el futuro. Los riesgos que se están presentando están asociados al consumo de sustancias, violencia intrafamiliar, alertas de suicidio, trastornos de sueño, entre otros.
Cuando se abordan las enfermedades mentales, parece ser que los recursos nunca son suficientes. En Colombia, por ejemplo, las estadísticas muestran que cuatro de cada cinco personas que requieren ayuda o atención por trastornos mentales no la recibe por no saber que la necesita, por estigmatización o por simple falta de acceso al servicio o desinformación.
Lo cierto es que hay un llamado generalizado a reflexionar alrededor de la prevención, el autocuidado y la búsqueda de soluciones enfocadas en el bienestar de todos. Por primera vez en mucho tiempo, las personas han sido capaces de mirarse a sí mismas y comprender que el cuidado de la salud mental no corresponde solo a quienes han sido diagnosticados con un desorden o un trastorno psicológico o psiquiátrico. Los ambientes laborales y escolares están cobrando relevancia por ser contextos críticos susceptibles para detonar y/o acelerar trastornos mentales, fruto de las interacciones sociales no saludables.
El ambiente laboral y la salud mental
Los problemas de salud mental, incluidas la depresión y la ansiedad, no son nuevos en el lugar de trabajo, pero sí han ganado más atención en los últimos años. Desde la óptica de la competitividad, la salud mental es clave para que cualquier persona aproveche su potencial, tenga mejor calidad de vida y sea más productiva.
Mucho se viene hablando de promover el ""equilibrio entre el trabajo y la vida"" como respuesta de muchas empresas frente a la preocupación del bienestar de sus colaboradores, sin embargo sería más apropiado hablar de “Integrar o mezclar el trabajo y la vida de forma saludable”. Pero… ¿Qué significa realmente esto? En términos prácticos significa reconocer que la vida laboral es la vida personal, y viceversa, esto quedó demostrado en estos últimos años de pandemia. Como también quedó demostrado que para ser realmente productivos y creativos en el trabajo, las personas necesitan libertad de trabajar de la manera que sea más efectiva y saludable para ellos, “individualmente”.
Visto de esta forma, ello implica que las empresas deberán encontrar las mejores estrategias para saber quiénes son realmente sus colaboradores, conocer su estado y sus necesidades, sus ganancias y pérdidas recientes en pandemia, buscando detectar indicios de afectación a la salud mental con miras a implementar acciones en sus procesos de adaptación a los nuevos contextos laborales.
En estos planes es fundamental confiar en los colaboradores y crear una cultura que valore la transparencia, la comunicación abierta y el empoderamiento sobre sus funciones, en palabras más sencillas…que los empleados puedan y estén preparados para hablar sobre sus propias necesidades con sus jefes y que puedan ser honestos sobre cómo pasan su tiempo, al final se trata de encontrar su propio ritmo de trabajo, aquel que permita una forma de laborar más asincrónica, creativa, mentalmente más saludable, que vaya más allá del llamado ""equilibrio entre el trabajo y la vida"" y logre realmente integrar ambas áreas como parte del día a día de cualquier persona del común.
Es innegable que los tiempos han cambiando y con ello las prioridades de cualquier trabajador. Las personas necesitan la oportunidad de vivir sus vidas “mentalmente saludables en el trabajo” y necesitan a su vez empleadores que confíen en que el trabajo se realizará, incluso si la forma en que se realiza es más innovadora, productiva y flexible comparada con los enfoques tradicionales de otra época.