¿Has sentido que tus objetos se dañan sin razón alguna y cuando menos lo esperas? ¿Tus productos bajan el rendimiento más pronto de lo esperado? ¿Sientes que tus dispositivos ya pasaron de moda o no están en tendencia? La obsolescencia programada es la vida útil que le da un fabricante o empresa a un producto, al finalizar este período de tiempo, delimitado intencionalmente, los objetos comienzan a fallar.
Existen diferentes tipos de obsolescencia, pero todas persiguen el mismo fin: asegurar la demanda de un producto. Este tipo de estrategias se crean para que el consumidor se vea en la obligación de adquirir un producto nuevo igual o similar, en la mayoría de los casos cuando los dispositivos se dañan resulta más rentable obtener uno nuevo que repararlo.
Las estrategias empleadas bajo el modelo de obsolescencia programada podrían delimitarse a tres principales: funcionalidad, calidad y deseo. La primera se presenta como una incompatibilidad o avería irreparable en tus dispositivos, la obsolescencia de calidad se refiere al tiempo en que un producto conserva su funcionamiento óptimo o por el contrario comienza a perderlo y la obsolescencia psicológica o de deseo se basa en la creación de una inconformidad, cuando el consumidor siente que su dispositivo perdió relevancia o dejó de ser una novedad.
Este modelo no es nuevo, surge en 1920 cuando el Cártel Phoebus conformado por los grandes fabricantes del momento, Philips, Osram y General Electric, deciden reducir la durabilidad de las bombillas de 2.500 horas a 1.000, con el fin de incrementar las ventas. La obsolescencia programada no solo afecta económicamente al consumidor, también lo hace psicológicamente, se genera un cliclo “comprar, usar, tirar” incluso llegando a desear productos que no se necesitan.
Adicionalmente no solo afecta a los consumidores, los impactos al medio ambiente son insostenibles, “solo en México se calcula que cada persona genera al año 8,2 kilogramos de basura electrónica”. La basura electrónica son todos los productos con un enchufe, cable eléctrico o batería que ya cumplieron su vida útil y pueden ser tóxicos en procesos de reciclaje. Además según el Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas (PNUMA), al año se genera una media de “50 millones de toneladas de basura tecnológica en todo el mundo, una cifra que podría llegar a 120 millones de toneladas en 2050”.
En la actualidad es difícil encontrar productos electrónicos que no están diseñados para fallar, desde las impresoras con sus cartuchos recargables, hasta las sillas de oficina que pasan de moda rápidamente. Uno de los casos más notorios en el mundo de obsolescencia programada es traído a nosotros por la famosa marca de Steve Jobs “APPLE”, en 2018 la compañía tuvo que pagar una multa de 27 millones de dólares impuesta por el gobierno francés, pues sus dispositivos móviles al cabo de poco tiempo dejaban de funcionar óptimamente, se ralentizaban.
La obsolescencia programada no solo se refleja en los aparatos tecnológicos, también se evidencia en el sector de la moda o fast fashion, que inundan los mercados de colecciones que apenas comienzan a ser tendencia. Poder estar en vanguardia con la fabricación de prendas de vestir significa sacrificar la calidad y perjudicar al medio ambiente. Las actualizaciones anuales de carros también representan un tipo de obsolescencia planificada, una vez un vehículo sale del concesionario pierde gran parte de su valor, además la compra de repuestos para reparar los modelos más antiguos resulta casi imposible, pues las empresas dejan de fabricarlos.